
- Tatuajes por moda: el triunfo de la masa y la derrota del pensamiento propio
Vivimos en una época en la que muchos confunden la apariencia con la identidad. El tatuaje, que alguna vez fue símbolo de pertenencia, creencia o experiencia vital, se ha convertido hoy en una simple tendencia más del escaparate social. Ya no se tatúa el que busca expresar algo profundo, sino el que teme quedarse fuera de la corriente. Lo que antes era una marca de singularidad se ha transformado en uniforme de la multitud.
El problema no radica en el tatuaje en sí, sino en la razón que lo impulsa. Cuando alguien se marca la piel solo porque “todos lo hacen”, lo que busca no es expresarse, sino desaparecer en el grupo, confundirse entre los demás. Esa sumisión voluntaria a la moda, disfrazada de libertad estética, es una forma sutil de esclavitud moderna. Se pierde el carácter y se gana una ilusión de pertenencia.
El cuerpo, que debería ser territorio de autenticidad, se convierte entonces en una valla publicitaria del momento. Las modas pasan, pero la tinta queda. Se graban frases vacías, símbolos que mañana serán clichés, imágenes copiadas de internet como si la piel fuera una red social más. Y todo ello en nombre de una falsa rebeldía que no desafía nada, sino que obedece dócilmente a la tendencia dominante.
Así, el tatuaje por moda no revela una identidad: la borra. Cada piel marcada de la misma manera habla de un miedo colectivo a ser distinto, de una necesidad desesperada de encajar. En el fondo, esa es la verdadera idiotez: creer que uno se afirma copiando a los demás.









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