El streamer francés Raphaël Graven, conocido como Jean Pormanove, murió en directo en la plataforma Kick, donde era seguido por medio millón de personas. Durante años se hizo popular por aceptar humillaciones y actos extremos, incluso peligrosos, muchas veces alentados por sus espectadores.
En su última transmisión, que duró 12 días, aparecía junto a tres acompañantes, dos de los cuales lo maltrataban e insultaban frente a la cámara. Su muerte ha abierto una investigación policial y reavivado el debate sobre la falta de control en estas plataformas.
La ministra francesa de Asuntos Digitales, Clara Chappaz, calificó el caso como “el horror absoluto”. Kick suspendió a los implicados y revisa contenidos en francés, aunque sin anunciar cambios en sus reglas, que ya prohíben la violencia extrema.
El fenómeno recuerda al “trash streaming” originado en Europa del Este en la década de 2010, donde actos degradantes y violentos se emitían en vivo para un público que a menudo financiaba los abusos. En algunos países, como Rusia, ya se han dictado condenas y prohibiciones tras muertes en directo.
El caso Pormanove expone así los peligros de un subgénero que combina violencia, espectáculo y la falta de regulación en plataformas que priorizan el crecimiento sobre la seguridad.









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